Hoy, mientras venía en el tren, he pensado en el tiempo. Me
gusta pasar tiempo mirando el mar. Siempre pienso que debería tener mucho
tiempo para dedicarlo a cosas tan simples como mirar el mar, las ramas de los
árboles, las flores, los reflejos de la luz en la arena, las sombras de
cualquier objeto sobre mi piel… cosas que hago y que me gustan mucho.
Puede parecer
que pierda el tiempo en estas actividades, pero me sientan tan bien que es
imposible que pueda denominarlas como “perder” el tiempo.
Te sientas frente al mar, con tus pensamientos y, de pronto,
te ves pequeño, insignificante, que te olvidas de todo.
¿Y la sensación de la arena fría en los pies en esta época? Pones
un pie en la arena y quieres que sea verano, que esa misma arena te esté
quemando los pies. Te imaginas dando saltitos para evitar abrasarte los pies,
aunque no eres capaz de dejar de lado el frío del momento.
Me doy cuenta de lo difícil que es recordar las sensaciones.
Puedes tener un recuerdo agradable o desagradable, pero cuesta mucho acordarse
del calor del verano durante una tarde ventosa de invierno. Y esto me lleva a
pensar en la magnífica aportación de las artes en este aspecto. Realmente
puedes revivir sentimientos con un texto, una película, una pintura, una
escultura… ¿no es eso maravilloso? Somos afortunados (todavía).
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