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Imaginación

A veces cierro los ojos un momento y te imagino, cogiéndome de la mano, acariciando mi piel…y al abrirlos, aunque sé que no estás, llevo la mano a mi mejilla, acaricio suavemente mis labios (añorándote) e inspiro profundamente porque, a veces, soy capaz de recordar tu olor como si estuvieses aquí, a mi lado, observándome con tu intensa mirada llena de amor, esa mirada que penetra en mi interior y derrumba todos los muros de la fortaleza que he ido construyendo a lo largo de mi vida. Me gusta soñar contigo, me gusta soñar con nosotros, me gusta imaginar que te tengo cerca. Sonrío. Soy feliz y me siento bien a tu lado. Y quiero que derrumbes todos los muros y que recorras cada parte de mi cuerpo. Deseo perderme entre las sábanas de tu cama, esperando que vengas a mi encuentro, me abraces fuerte y me lleves a pasear por el cielo, con la luna y todas las estrellas a mis pies. Cuando te imagino, pienso que no puede haber nadie más feliz que yo. ¿A quién pueden querer así? ¿Quién puede querer así? Imagino una historia de amor tan grande que hasta me cuesta creer en mi capacidad para imaginar. ¿De dónde saco esas ideas? ¿La realidad supera la ficción? Respiro profundamente y tu olor vuelve a mí. Un escalofrío recorre mi espalda. ¡Cuánta felicidad!

¿Alguna vez te han dicho “te amo” en sueños? Pues yo te lo digo cada noche – y cada día, también –.

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